miércoles, 26 de agosto de 2015

“A Ideia”, 75-76

¿Qué revista marxista se ocupa seriamente del surrealismo como hace la revista portuguesa de cultura libertaria A Ideia? La respuesta es: ninguna, y hace poco tiempo hasta veíamos en una de ellas a Gilles Bounore brindándole espacio al insepulto Hervé Télémaque para poder insultar la memoria de Jorge Camacho y de paso aprovechar para desmarcarse del surrealismo.
Los tres números últimos de A Ideia, dobles y anuales, han dedicado un espacio enorme al surrealismo, y no solo al portugués. António Cândido Franco ha percibido muy bien la conexión surrealismo-anarquismo y ha sabido señalar la inflexión que a fines de los años 40 se produce en París, coincidente además con la plena eclosión del surrealismo en Portugal.
“Surrealismo y satanismo poético” es el tema esencial del número (75-76), que de nuevo se centra en la generación del Café Gelo, o sea en el periodo que va de 1947 a 1974. En esta última fecha cae la dictadura, y pocos años posterior es una carta de Mário Cesariny intentando obtener A Batalha, revista clásica del anarquismo portugués, para enviársela a los Rosemont, sus grandes amigos de Chicago. Esta carta inédita del estandarte del surrealismo portugués no es la única de A Ideia, siendo la más valiosa la que, a los 24 años, le envía a André Breton, diciéndole: “Me siento apasionadamente unido al surrealismo, y lo único que deseo es encontrarme con usted”.
De las figuras del Café Gelo (1955-1962), el destaque va para Manuel de Castro, enfocado en un ensayo perfecto de António Cândido Franco. Pero llevaría mucho espacio reseñar toda este número, que es de una riqueza y variedad de contenido extraordinarios. Destaquemos principalmente, por lo que al surrealismo se refiere, la carta de António José Forte a A Ideia, la entrevista a Nicolau Saião, el artículo de Manuel de Castro sobre Gonçalo Duarte, una nota definitiva sobre Natália Correia y el surrealismo, una entrevista al Grupo Surrealista Galego (que se expresa en la red desde 2011) y la crítica que hace Laurens Vancrevel al lamentable congreso sobre el surrealismo celebrado en Lisboa en 2013. Ya por lo que a mí respecta, fue un placer leer la lista de frases y dichos sobre el Diablo en la cultura portuguesa, puesto que me hizo recordar inolvidables momentos de mis viajes en busca de su iconografía. La relación del viejo pueblo portugués con el Diablo puede expresarla mejor que nada la anécdota de la aldea miñota de Midões, donde hay una capilla en que la gente le deja limosna a él también, porque si hay que estar a bien con Dios no se debe estar a mal con el Otro. Se dice además que es para tabaco, lo que viene muy bien a esta sociedad de imbéciles que demoniza indiscriminadamente el placer de fumar mientras se llena los pulmones con sus propios vapores deletéreos. Sobre esto último, cómo no contar la historia del latonero de la Várzea, junto a Midões, que, harto del barullo de una moto, hizo una promesa al Diablo y el motociclista se mató aquel mismo día. Y es que en la iglesia de la Várzea estaba la siguiente imagen (hoy –o al menos cuando yo la fotografié, el 16 de diciembre de 1990– colocada en la calle, como escaparate, junto a la estación del tren), en que vemos al Maestro tentando con una sonsa pero hermosa hembra al pazguato San Bento (también me contó en Midões el señor Lopes que el Maestro fue visto en el cine que él daba en verano al aire libre y varias veces junto al río):


A Ideia le hace en este número, dentro de un dossier brasileño, un excelente “homenaje” a Sergio Lima, que consigue salvar (y ello es hoy algo casi milagroso) el escollo del academicismo, sin contar con ninguna de esas intervenciones putrefactamente profesorales que estudian lo vivo como muerto. Los ensayos de António Cândido Franco (“Sergio Lima, poeta del negror”) y Laurens Vancrevel (“El estado salvaje o la contribución de Sergio Lima a la práctica del surrealismo”) son admirables de lucidez, conocimiento, rigor y compromiso con la obra tratada, y los textos de Alex Januário y Miguel de Carvalho, sus colaboradores más directos en Brasil y Portugal respectivamente, se entrañan en su personalidad y su trayectoria riquísima, siempre al servicio del surrealismo, del que Sergio Lima es un baluarte desde hace medio siglo. Vancrevel concluye sus páginas con estas palabras: “Sergio Lima no solo ha contribuido al surrealismo con una obra excepcionalmente rica en poesía erótica, en collages y en dibujos desenfrenados y en ensayos que abren nuevas perspectivas, sino también con el modelo de un estado de espíritu salvaje, que sabe proveer al automatismo psíquico de nuevas energías creadoras”.
No falta el extenso y bellísimo poema de Carmen Bruna “Sergio Lima y el erotismo constelado de sus collages”, y también se incluye un misterioso texto mío, y digo misterioso porque no sé cuándo ni con qué motivo lo hice, habiéndomelo encontrado casualmente, en mis ya incontrolables depósitos documentales, al pedirme el director de A Ideia mi colaboración.
Dota de un valor ya formidable a esta sección de A Ideia la inclusión de un largo y detalladísimo memorial biográfico del propio Sergio Lima, acompañado de tres cartas a André Breton (reproducción facsímil) y de la reproducción de los textos de La Brèche en que él intervino. La primera carta es desde São Paulo y tiene entonces Sergio Lima 17 años; la segunda es cuatro años posterior –20 de octubre de 1961, 107 años exactos después de que nacieran con pocas horas de diferencia Arthur Rimbaud y Alphonse Allais– y es crucial, ya que Sergio Lima está en París y le manifiesta a Breton su deseo de conocer al grupo; y la tercera de 1962, ya encabezándola un “Cher André”. En suma, Sergio Lima, como Toyen en su película, sale de aquí a salvo y en toda gloria.
Una vez más me deshago en elogios a la labor de António Cândido Franco, quien a la vez mantiene el espíritu libertario con toda firmeza, sin concesiones algunas, y ha sabido descubrir y revelarnos lo muchísimo que de él hay en el surrealismo portugués (como lo hay, por lo demás en el surrealismo “mundial”, por usar la palabra de su maestro Cesariny).