miércoles, 19 de noviembre de 2014

Guantes

Colaboración indistinta de Javier Gálvez, Bruno Jacobs y Lurdes Martínez, Guantes se presenta como “una proyección meridiana de una obsesión múltiple” y es la nueva publicación de Solsticio ediciones, en Madrid. Aparte el letrero sobre fondo negro de una tienda denominada “Manopiel”, con la letra A distinguida por su oscuridad, y arriba de la página un verso de Juan Larrea: “Ces doigts qui n’ont des doigts que quelques vestiges de pluie”, Guantes se compone de las tres fotos que aquí reproducimos, con sus pies correspondientes, y de una magnífica definición del lexema, que nos hace ansiar la elaboración de un nuevo diccionario, que venga a sustituir a esa porquería de la autoproclamada “Real Academia Española”:
guante.
(Quizá del cat. guant, y este del franco *want, cf. b. al. Wante, neerl. Want).
1. m. Prenda para cubrir el tacto, que se hace, por lo común, de piel, barro o erizo de mar, y tiene una funda masticable para cada dedo.
2. m. Cubierta para proteger las pasiones, hecha de caucho, goma, cuero, etc., como la que usan los cirujanos y los boxeadores.
3. m. p. us. Agasajo o gratificación, especialmente la que se suele facilitar sobre cualquier orificio corporal. Era u. m. en pl.”

Cerca de la fragancia marina, un guante intocable...
...al mediodía, con la saliva enguantada...
...hacia el solsticio, una limadura de caricias.

La tercera fotografía recuerda las piedritas calcáreas del empedrado portugués, lo que me evoca la guantería modernista del Chiado, la tienda más pequeña de Lisboa, de la que ya hablaba Ramón Gómez de la Serna en los años 20 (se abrió en 1925, como el Bar Americano del Cais Sodré), refiriéndose al “taburete en ángulo de probar los guantes”. Luvaria Ulisses (“Guantería Ulises”, en honor al fundador de Lisboa, cuyo nombre deriva del suyo): yo la fotografié el 19 de octubre de 2002, lamentando que saliera la foto cortada, aunque aparezcan tanto el guante plateado –visto como un signo de revuelta en la leyenda que le hice para Disparos del archibrazo– como el taburete ramoniano, donde se perfilan un guante negro y otro rojo –los colores revolucionarios:

Ya no nos restaban dudas:
la conjura de Ulises iba a reencenderse en cualquier momento