lunes, 30 de diciembre de 2013

Erratas, lapsus, errores

Vasto es el universo de las erratas y los gazapos, verdadera pesadilla de quienes hacen libros. Existe en español hasta una monografía, de José Esteban, dedicada a la cuestión; la leí hace un par de décadas y no la tengo a mano, pero recuerdo la historia de un escritor que garantizaba rotundamente, en un breve colofón, la inexistencia de una sola errata en todo su libro, deslizándosele una... en el propio colofón.
Al revisar Caleidoscopio surrealista para su segunda edición, me han aparecido erratas y despistes de todo tipo, más de la cuenta, y que son el único disgusto de un libro en el que no tengo otra cosa que lamentar, como no sea, muy raramente, algún que otro juicio que hoy puede parecerme injusto o alguna que otra ausencia. Entre las erratas no incluidas en el capítulo de correcciones que puede consultarse en un apartado de “Surrealismo internacional”, hay tres que me han sorprendido, y que no pertenecen a las categorías habituales (errores de fechas, de números de revistas, de algún título, de alguna traducción, de nombres próximos como Alain Joubert /Alain Jouffroy o Jorge Cáceres/Jorge Camacho).
Una de ellas convierte “Tempestad en la cámara oscura”, el clásico texto de Radovan Ivsic sobre un fenómeno fotográfico de azar objetivo acontecido con su retrato “analógico” de Mimi Parent, en... “Tempestad en la arena”.
Otra pone en la portada de la publicación colectiva Violette Nozières, que yo siempre he sabido perfectamente que lleva una foto de Man Ray con una N hecha de varas de azúcar rotas sobre un ramo de violetas, la muy conocida pintura de Magritte La violación, que es un año posterior, y que donde apareció fue en la portada de la edición belga del Qu’est-ce que le surréalisme? de André Breton. Y es que muchas veces, al revisar un texto se está pendiente de las erratas expresivas y formales más habituales, y no se repara en las de contenido, por grandes que sean.
Pero la que me ha dejado más perplejo es la que aparece al principio de la entrada de Wilhelm Freddie, quien, como es bien sabido, nació y vivió en Copenhague. Pues bien: ahí se dice que prácticamente se crió en el Instituto de Patología General (donde trabajaba su padre) de la universidad de... Grenoble. Cómo demonios fue a parar ahí el nombre de Grenoble, creo que es algo que nunca podré saber.
Hace unos días, manejando los textos de Pierre Peuchmaurd, me lo encontré quejándose airadamente de que Édouard Jaguer (otro experto en gazapos, lo que me sirve de algún consuelo) había cometido el pecado mortal de poner mal la fecha de nacimiento de Valentine Penrose. Pues bien: al par de minutos me encontré a Pierre Peuchmaurd citando mal el título de un ensayo de Paul Nougé que afirmaba haber sido decisivo para él.
Alejandro Puga, ese gran poeta argentino, leyó antes de su publicación la nota que le dediqué, y a él mismo se le escapó que su libro La inspiración del universo aparecía como La respiración del universo, errata que en este caso, eso sí, no deja de tener su encanto poético. Otro caso cercano es el de Laurens Vancrevel quien, al consultarle el capítulo holandés, no reparó de entrada en que aparecía repetidamente mal el nombre de Emile Van Moerkerken, como Van Moerkeren. Por supuesto que con estos dos ejemplos no quiero disculparme, sino señalar la universalidad del fenómeno aún en quienes más confianza podemos tener para algo muy concreto. ¡Ni son estos  despistes de Jaguer, Peuchmaurd, Puga o Vancrevel lebranchos como el de Grenoble!
Tiene esta plaga también algo de divertido, pero con todo prefiere uno continuar de modo implacable la caza a las erratas, errores y gazapos que son el tormento de quien trabaja en obras vastas y en laberintos como el surrealismo. Desde esta ciudad de Oklahoma (isla de Tenerife), seguiremos hasta 20114 esa cacería inplacable a su majestad la errrata.
Por lo demás, lo importante será siempre la sustancia del contenido, y Caleidoscopio surrealista habrá conseguido, y seguirá consiguiendo, creo, su principal objetivo: contribuir a demostrar con contundencia que el surrealismo, aventura enorme del espíritu, revuelta contra un mundo inadmisible e injustificable (hoy como ayer), modo de vivir y de ver y sentir la vida regido por la poesía, no nació en 1924 (o 19, o 16) y feneció en 1969 (o incluso antes, para otros enterradores), sino que nunca se ha interrumpido desde aquellas fechas hasta el presente. El almanaque ya impreso de Brumes Blondes, como recientemente Other Air y el número 2 de A Phala, o como el segundo número de Hydrolith que se anuncia para 2014, o como infinidad de publicaciones y eventos personales y colectivos, lo expresan del modo más fehaciente –sin errata posible.